Dan Simmons en Hyperion (1989). El Gran Error.

«Nuestra casa se eleva en una colina baja donde, en invierno, las curvas pardas del parque parecen el terso flanco de una bestia hembra, muslo musculoso y veloz. La casa muestra sus siglos de crecimiento: una torre de jade en el patio del este recibe la primera luz del alba, gabletes en el ala sur arrojan triángulos de sombra en el invernáculo de cristal a la hora del té, balcones y un laberinto de escaleras exteriores a lo largo de los pórticos del este se enzarzan en juegos Escher con las sombras de la tarde. Fue después del Gran Error, pero antes de que todo se volviera inhabitable. En general ocupábamos la finca durante lo que extrañamente llamábamos «períodos de remisión», temporadas de diez a dieciocho meses de tranquilidad entre espasmos planetarios cuando el maldito miniagujero negro del Equipo de Kiev digería trozos del centro de la Tierra y aguardaba su próximo festín. Durante los «Tiempos Malos» nos trasladábamos a casa del tío Kowa, más allá de la Luna, en un asteroide terraformado llevado allá antes de la migración éxter». (…)

«Al cabo de tres mil años de coquetear con la democracia, las familias de Vieja Tierra habían comprendido que el único modo de evitar la chusma era impidiendo que se reprodujera. O, mejor aún, patrocinando flotas de naves seminales, gironaves exploradoras, nuevas migraciones por teleyección, la temerosa urgencia de la Hégira, para que esa gente procreara allá y dejara en paz Vieja Tierra. El hecho de que el mundo natal fuera una vieja desdentada y enferma alentó el espíritu pionero de los miembros de la chusma. No eran tontos». (…)

«Durante el primer siglo después del Gran Error, Gea estaba herida de muerte, pero su agonía era lenta. La devastación era tremenda durante los Tiempos Malos que se repetían con creciente frecuencia en espasmos precisos, remisiones más cortas, consecuencias más terribles después de cada ataque, pero la Tierra permanecía y se reparaba como mejor podía». (…)

«En vez de matarme [los éxters], me contaron una cosa. Me mostraron interferencias de ultralínea, grabaciones en haz cerrado, y sus propios registros de la fecha en que habían huido del Sistema de Vieja Tierra, cuatro siglos y medio antes. Los hechos eran terribles en su sencillez.

El Gran Error del 38 no fue tal. La muerte de Vieja Tierra obedeció a un plan de ciertos elementos del TecnoNúcleo y sus aliados humanos en el creciente gobierno de la Hegemonía. La Hégira se organizó detalladamente décadas antes de que ese agujero negro descontrolado se hundiera «por accidente» en el corazón de Vieja Tierra. La Red de Mundos, la Entidad Suma, la Hegemonía del Hombre, se originaban en el más pérfido parricidio. Ahora se mantenían mediante una discreta y deliberada política de fratricidio: el exterminio de toda especie que mostrara el menor potencial para la competencia. Y los éxters, la única otra tribu humana libre para vagabundear entre los astros y el único grupo no dominado por el TecnoNúcleo, era el siguiente paso en la lista de extinción».

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